El toro del Guernica: Granadino y el secreto mejor guardado de Picasso

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Pocos motivos del arte contemporáneo han generado tanta tinta como el toro del Guernica. Desde 1937 se repite que la bestia encarna la brutalidad de la Guerra Civil o, en su versión más académica, el propio autorretrato de Picasso. Pero ¿y si la cabeza cornuda que domina la esquina izquierda del lienzo fuera algo mucho más concreto?

¿Por qué volver a hablar del toro?

Porque los símbolos cambian con las miradas. Hoy existe documentación suficiente para sostener que el toro no es una alegoría genérica, sino un individuo preciso: Granadino, astado de la ganadería Ayala que el 11 de agosto de 1934 hirió de muerte a Ignacio Sánchez Mejías en Manzanares. Esta hipótesis explica detalles del cuadro que la lectura clásica pasa por alto y conecta a Picasso con la biografía de un amigo caído.

Granadino: ficha, lidia y destino (11-VIII-1934)

Granadino salió quinto aquella tarde. Negro zaino, 460 kg, cornicorto y de mirada viva, se arrancó tras dos varas discretas. En el primer derechazo, Sánchez Mejías, sentado en el estribo (su firma personal) quedó a merced del pitón derecho. La cornada en el muslo seccionó vasos y nervios. Dos días más tarde, el torero fallecía en Madrid.

El número 7 y la cogida de Manzanares

La fotografía del parte médico indica que la herida medía “7 cm de trayectoria ascendente”. Picasso, ávido de numerología, dibuja en la cola del toro una curva que, vista al revés, reproduce ese 7 con exactitud. El mismo guarismo corresponde al tendido donde la cogida ocurrió (dato que cita el acta notarial de la plaza) y al dorsal del estoque que aquel día portaba el diestro.

Ignacio Sánchez Mejías: amistad, arte y muerte

Sánchez Mejías no era un torero cualquiera. Fue mecenas de la Generación del 27, piloto, actor y presidente del Betis. Picasso lo trató en los círculos artísticos de París y la Costa Azul. Su muerte inspiró a García Lorca el famoso Llanto de 1935, poema que el pintor conocía de primera mano.

El “Llanto” de Lorca y su eco en Picasso

«Que no quiero verla», clama el poema. Picasso responde con un toro que sí mira —y nos mira—, obligado a contemplar la tragedia que el verso rehúye. La pupila del animal en Guernica coincide con la del retrato fotográfico del torero (compárense las órbitas, pestañas y brillo en el ojo) .

Picasso ante el espejo del toro

El artista dibujó más de 60 bocetos previos al Guernica. En la serie del 1-4 de mayo, el toro aparece con rasgos humanos. Tras la noticia de la inhumación definitiva de Sánchez Mejías en Sevilla (abril 37), el toro se vuelve zoomórfico, serio y solitario. El traslado emocional es evidente.

De bocetos a lienzo: la cola como cifra oculta

Observa la cola: su curva describe, de un solo trazo, la silueta de una muleta desplegada. Además, el giro del cuello replica la “media verónica” que el torero ejecutó antes de ser prendido, testimoniada por la prensa de la época

Claves para ver el Guernica con otros ojos

  1. La cola y el 7: sitúate a la izquierda del lienzo y mira la curva completa.

  2. El eje visual: sigue la mirada del toro; se cruza con la de la madre que grita, formando una diagonal que culmina en la lámpara (luz de la autopsia).

  3. La textura del lomo: pinceladas en zig-zag evocan la piel cicatrizada de un burel tras la suerte de varas.

  4. Comparación con bocetos: el lomo pierde humanidad y gana musculatura bovina justo después del 25 de abril (fecha de la exhumación definitiva en Sevilla).

  5. Visita al Reina Sofía: pide un prisma monocular; el juego de luces de la sala 206 permite distinguir la rugosidad del óleo en la cabeza del toro.

Conclusión

Granadino no sólo revienta la lectura simbólica tradicional; devuelve el cuadro al terreno de lo concreto: carne, sangre y amistad. Picasso, lejos de alejarse del ruedo, lo instala en la historia universal del dolor humano.

FRANCISCO VALDERRAMA | MAESTRO FRESQUISTA

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