El ejemplo más significativo de pintura al fresco es el conjunto de pinturas realizadas en la Capilla Sixtina por Miguel Ángel, que sumadas a las obras de los artistas de la generación anterior, Ghirlandaio, Botticelli y Perugino, hacen de este recinto el “sancta sanctorum” de la pintura al fresco.

Un fresco es una pintura realizada sobre una superficie cubierta con dos capas de mortero de cal, la primera (arricio) de mayor grueso, con cal apagada, arena de río y agua, y la segunda (intonaco) más fina formada por polvo de mármol, cal apagada y agua, sobre la cual se van aplicando los pigmentos cuando esta última capa todavía está húmeda y fresca, de aquí su nombre. 

La principal dificultad de esta técnica es que no se puede corregir lo que se ha hecho. Cuando el color se aplica, es absorbido inmediatamente por la base. Las únicas correcciones posteriores se pueden hacer mediante aplicaciones con aglutinante. No obstante, no tienen la permanencia del “buon fresco”. Otra dificultad consiste en la diferencia de tono del color entre el momento de aplicación y el secado. El pintor ha de anticiparse y adivinar el resultado final.

La técnica es tan complicada y rigurosa que los artistas que hoy día la utilizan en el mundo se podrían contar con los dedos de las manos. Valderrama es uno de ellos. Hace muchos años comenzó a investigar la técnica del Fresco y le ha conferido una nueva imagen revolucionaria y moderna. Ha seguido con rigor las técnicas de los maestros del Renacimiento pero le ha añadido más saber y nuevos elementos. 

De tal manera que el fresco de Valderrama hoy es: mural -como el de los clásicos- sobre lienzo, pero también en papel y hasta en tres dimensiones como una escultura.

Actualmente, Valderrama es el único fresquista en el mundo que utiliza la cal mezclada con el grafeno para la realización de su obra.

Asistimos a una revolución.